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Pensar en nada

Por  Gabriel Princip

Podemos teorizar sobre el pensamiento nacional, recordar a los diferentes escritores que rescribieron la historia, podemos pensar en castellano pero cuando vemos el gobierno y su titular podemos pensar en nada.

Juan Domingo Perón supo decir: “La historia grande de Latinoamérica, de la que formamos parte, exige a los argentinos que vuelvan ya los ojos a su patria, que dejen de solicitar servilmente la aprobación del europeo cada vez que se crea una obra de arte o se concibe una teoría”.

Esta idea, en su debido contexto de tiempo y forma, hacía que el General llamara la atención sobre el argentino para que entienda por donde pasaba la historia de su territorio. Atrapado el criollo en lo que Jauretche denominó colonización pedagógica, el pensamiento de gran parte de la población giraba en torno a Europa en principio y luego a Estados Unidos.

Siempre el pensamiento nacional trató de imponer su causa, su motivación y sus objetivos pero el imperio, traducido en poder y dinero, ganaba la partida. La idea colonizadora tuvo dos  lapsos donde cayó derrotada, los gobiernos de Perón y los de Néstor y Cristina. El resto fue como lo es ahora.

La actualidad nos enseña que nuestro presidente se emociona con cumplir con Paul Singer y rinde pleitesía a Obama pero se enoja e invisibiliza a los trabajadores, jubilados, clases medias y bajas. Parte de esa sociedad, no grata para Mau, es la que lo votó convencido, la que lo hizo presidente y la que fue traicionada en primer término.

Pero la culpa no es de Alsogaray sino de quien le da de comer. Cuantas veces la clase media se equivocó y la misma cantidad de veces erraba el camino porque transitaba la ruta equivocada. Esa avenida contenía señales en otro idioma, lengua que no comprendía y por lo tanto lo hacía pensar en forma equivocada. El pensamiento nacional era un camino tosco, poco usado pero el que lo llevaba a la salida como país soberano.

La falta de conciencia nacional atentó históricamente en los procesos democráticos. Su ausencia promovió la elección de gobiernos antinacionales y se confió en dictaduras entreguistas.

Juan José Hernández Arregui dijo que: “La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación”. Hoy más que nunca debemos repensar esta idea de este filosofo argentino. Basta con ver, día a día, la gestión del empresario  hijo  de Franco para entender a Arregui.

Pero Macri no es el inventor de la derecha ni el propulsor del conservadurismo. Antes de Perón las gestiones supuestamente democráticas eran similares. En ese pre peronismo  tuvieron vasta actuación en la crítica hombres como Discépolo, Manzi, Jauretche y Scalabrini Ortiz.

Este último en esos años dijo: “Nuestra política es mala  porque toda la conformación del país esta corroída en sus fuentes por el capitalismo extranjero, inglés ante todo, y es mala porque escucha, más que a los dictados de la necesidad nacional, a las insinuaciones de ese capital corruptor. Pero es tan mala como nuestro periodismo, esclavo de ese mismo capital, como nuestra realidad y sin objetivo o como nuestros sistemas defensivos, no orientados contra el verdadero enemigo oculto en las entrañas de las instituciones, en una palabra, como todo lo que es creación directa e indirecta de la invisible dominación inglesa”.

En este párrafo Ortiz habla del periodismo como socio de un eje del mal, igual opinión tendría en estos años. En forma parecida opinaba Arturo Jauretche: “La prensa, al estar al servicio del imperialismo y de la oligarquía, es enemiga de la independencia económica del país y en particular, de la industria nacional y las empresas públicas”.

No vaya a creer que esta declaración es de ayer, promediaba el siglo XX, sin embargo la colonización pedagógica ha triunfado, el pensamiento nacional se halla en escasas minorías y esto permitió elegir gobiernos tan antiguos como el actual.

Hoy como ayer todavía no sabemos quiénes somos. Quizás una parte de la sociedad este empoderada pero lamentablemente el trabajo del imperio fue negativo para nuestra población.

No es raro encontrar parte de una juventud sin proyectos, adorando tradiciones extranjeras, música británica, alimentación chatarra e importada con un solo objetivo:  llegar al consumo por el consumo mismo. Para obtener este certificado solo hay que coincidir con el pensamiento del gobierno, o sea, pensar en nada.

Pero como la historia es cíclica, lo que pasa ahora ya ocurrió. El pensamiento nacional también era escaso en la década del 30´. En esos tiempos, Scalabrini Ortiz decía: “Nuestros glóbulos rojos hablan distintos idiomas y tienen huellas de tradiciones alejadas. Nuestra mayor tristeza es no saber quiénes somos. Hablamos en castellano, actuamos en inglés, gustamos en francés, amamos en ruso, nos apasionamos en italiano. Vivimos de prestado, abrumados por preceptos de estéticas y éticas ajenas. Recién nos hemos dado cuenta hace poco que la primavera nos llega en setiembre, y no en abril como dicen los poetas europeos y aunque es menos eufórico procuramos deletrearlo, reduciendo nuestras ambiciones a los limites de Buenos Aires. Así, aunque parece que en nuestras huellas arenosas avanzamos incendiando caminos, en rigor actuamos estimulados por la humilde convicción de que mediante estos penosos sacrificios estamos preparando el advenimiento de un gran hombre”.

Sin pensarlo ni intuirlo, Scalabrini Ortiz predijo la llegada de Perón. Hoy el esquema es parecido. El imperialismo tiene  un gerente que le responde, el pensamiento nacional se tomó  licencia pero sepamos que a pesar de tener bandera y fecha patria este país no es soberano.

Por eso aunque el sistema nos muestre a Vidal, Prat Gay, globos amarillos, Bullrich, Carrió y Macri debemos encausarnos por un pensamiento nacional. Esperemos otro  liderazgo que nos vuelva al campo de la soberanía y dejemos de apretar enter para sintonizar a quienes nos hacen sufrir,  nos avergüenzan  y  además proponen pensar en nada.

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