Por Kurt Wilkens
El presidente Mauricio Macri hizo público su nerviosismo con una amenaza presidencial sin contenido técnico ni económico pero si explosivo: “Si no hay acuerdo con los holdauts nos espera un ajuste o una hiperinflación”. La discusión económica ya no tiene sentido porque ajuste e hiperinflación no tiene que ver con nada y menos con un acuerdo, pero quien está de acuerdo con el presidente tiene tanta sapiencia como él. El liberalismo siempre acudió a bombas de humo para conseguir lo que quería, eso si hasta ahora nunca fue beneficioso para el pueblo.
En 1955 llegó al poder la Revolución Libertadora. Después de 9 años de derechos y alegría para las mayorías, Perón cayó. Lonardi, Aramburu y Rojas se hicieron cargo del gobierno moral, serio e inútil.
Llamaron a Raúl Prebish, un liberal ortodoxo que pretendió aumentar las exportaciones, incentivar las inversiones y el campo, limitar salarios, retornar a un sistema cambiario oficial y otro libre junto a un régimen de importaciones de bienes esenciales y devaluación. Además se acordó por primera vez con el FMI y el Banco Mundial. ¿Le suena parecido, actual?
Para ese tiempo Arturo Jauretche no esperó y opinó: “El Plan Prebish significará la transferencia de una parte sustancial de nuestra riqueza y nuestra renta hacia ultramar. Reduciremos el consumo, en virtud de la elevación del costo de vida y del auge de la desocupación. De esta manera no solo aumentarán nuestros saldos exportables, sino que serán más baratos lo que será aprovechado por el consumidor ingles que ensanchará su cinturón a medida que nosotros lo vamos achicando”.
Al tempo que el modelo economía hundía al país, Perón era acusado de traición a la patria. Es más, se le armaron 50 causas que 18 años más tarde quedaron desacreditadas. ¿Le encuentra algún parecido a la actualidad?
Hoy tenemos un modelo liberal, venimos de un gobierno que desparramó alegría y derechos y hoy su líder quiere ser acusada de traición a la patria. Ya se le armarán tantas casusas para que se entretenga y no quiera volver.
En 1983, Alain Rouquie en su obra “Poder militar y sociedad política” describió “El plan Prebish adoptada en 1956 como programa económico del gobierno, dramatizaba en exceso la situación económica de la Argentina y no aludía en lo más mínimo a la influencia de las estructuras arcaicas y antieconómicas, particularmente en el sector primario, sobre el crecimiento del país. Parecía que de lo único que se trataba era de culpar a ciertos grupos sociales y de preparar y legitimar una transferencia de ingresos de los estratos favorecidos por el peronismo a los que apoyaban al nuevo régimen”.
Cae Perón y desde “dictador, tirano prófugo y traidor a la patria” todo se dijo de quien supo interpretar al pueblo y darle derechos para su ubicación real en el país. Todo se dijo, nada se probó y la cortina de humo para humillar al pueblo con un gobierno autoritario y liberal fracasó.
La revolución pasó y solo había beneficiado a la oligarquía. Llegó Alsogaray y nada cambió. El 29 de junio de 1959 emitió un discurso donde entre otras cosas dijo: “Lamentablemente nuestro punto de partida es muy bajo. Muchos años de desatino y errores nos han conducido a una situación muy crítica. Es muy difícil que este mes puedan pagarse a tiempo los sueldos de la administración pública. Todavía seguiremos por algún tiempo la pendiente descendiente que recorremos desde hace más de 10 años. Se ha cometido un error en definir a este programa como uno de austeridad, dejando que cada uno de los habitantes del país viva como pueda y como quiera. Las medidas en curso permiten que podamos hoy lanzar una nueva fórmula, hay que pasar el invierno”.
Nada cambió con Alsogaray tampoco con todas las dictaduras. Menos con Martínez de Hoz y Cavallo. Tampoco con el Prat Gay de la alianza y difícilmente alcance el éxito hoy.
La actualidad nos muestra un plan económico igual a Cavallo, o Alsogaray o Prebish con lo cual el resultado será el mismo que anticipaba Jauretche cuando leyó el programa del economista de la Libertadora. Nunca un plan liberal benefició al pueblo y para ocultar la estafa popular se acusó con causas armadas para poder llegar a dictarles a los dueños de los diarios, en letras catástrofes, que sus líderes son traidores a la patria. Suena raro, la oligarquía es la patria y los líderes populares, solo traidores. Hoy como antes el poder agita la bandera de “Colonia si, patria no”.