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La casa está en orden

Por Gabriel Princip

En 1987 Raúl Alfonsín, luego de finalizado un conflicto militar que puso en jaque a la democracia, dijo delante del pueblo que lo acompañaba: “La casa está en orden”. Ese momento histórico, en Pascuas, había sellado el triunfo del pueblo sobre las miserias militares.

Casi treinta años después, un presidente americano visita la Argentina con la misma sensación. El mercado, que alcanzó el gobierno vía Mauricio Macri,  expuso frente a Obama un país diferente a los últimos tiempos. Distinto, cercano en grado sumo al país del norte y con una pertenencia de a las corporaciones inédita.

Barack Obama pudo recorrer el país saludado, por algunas banderitas de su país, interrogado con dos preguntas  periodísticas y aplaudido por un centenar  de jóvenes liberales a los que le interesa el país, otro país quizás.

Los medios se cansaron de aplaudir esta importante  visita. Los empresarios engordaron de la alegría. La clase alta festejó. La clase media recogió las migajas del festejo de la oligarquía y expuso su peor cara frente a las clases bajas. El pueblo observó, miró y el 24 completó una plaza que el día anterior solo tenía presencia policial para seguridad del imperio.

“La casa está en orden” es solo una sensación que cabe en la mente corporativa. El poder fáctico se puede alegrar por que el gerente para América Latina nos visitó pero sabe a ciencia cierta que el actual modelo se está complicando.

Casi 700 mil almas coparon la Plaza de Mayo y alrededores por el día de la memoria. Nadie que colmó ese ejido votaría un conservador. Algunos medios oficialistas comenzaron a emitir encuestas callejeras mostrando el hastió de la gente por la conjunción de inflación, recesión y desocupación. La imagen positiva del primer magistrado comenzó a bajar. Los gremios empezaron a prepararse para salir a la cancha. Y aunque el justicialismo se muestre sobornado y desorganizado, el pueblo peronista  trata de desbordar a la conducción.

En la provincia de Vidal la policía está enojada. El Pro no consigue consolidarse y algunos radicales muestran su descontento por la escasa participación presupuestaria. Al mismo tiempo un conjunto de intendentes, bajo el ala del Papa Francisco, han sellado un acuerdo con la iglesia, el Pacto de San Antonio. Con esta idea, esta dirigencia política muestra en la calle las ideas pontificias que nada tienen que ver con el poder real ni el actual gobierno.

Hoy la casa está en orden pero de a poco los inquilinos no pagan sus expensas, retrasan el alquiler, se cuelgan de la luz y el cable y parodian a Don Ramón cuando el propietario los visita.

Obama se llevó una imagen argentina que no es real. Cenó con la oligarquía, con los votantes argentinos de Donald Trump, se juntó con la juventud que llegarán a gerencias pero jamás tendrán contactos populares, visitó el Parque de la Memoria pero se olvidó de pedir disculpas por  el crimen histórico de su país hacia el nuestro.

Hoy existe inseguridad y no alcanza la tapa de los diarios. El pueblo se ha empobrecido y se habla de Lázaro Báez o Cristóbal López. Las corporaciones han crecido como nunca en forma inversamente proporcional  a jubilados, trabajadores y pobres. Las cuentas cierran pero con la oligarquía adentro. El pueblo, mira, copa plazas, sufre y paga tarifazos. La política por ahora ausente pero preparándose para  presentarse en el momento justo. El Pro sigue los pasos de su líder. Con una Vidal esperanzada en ser el reemplazo de Mau, con un Massa expectante y una izquierda funcional al modelo. El  peronismo  está dividido, unos con un triple de jamón apoyando la fiesta, otro con las ideas del Papa comunicándolas en la provincia de Buenos Aires. Obama se fue, Obama no está. El americano sigue trabajando, Macri sigue descansando y el pueblo sigue sufriendo.  La mejor ecuación para que las corporaciones sigan sometiendo a todo un continente.

 

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