Sombra a la memoria, espaldas al dolor.
¿Qué pasa cuando un presidente y también su vice le dan la espalda a Gaza, a las Abuelas de Plaza de Mayo, y a los derechos humanos?

Por Margarita Pécora B. –
Hay hechos que nos hacen sentir dolor y vergüenza ajena. Es la decisión del gobierno de LLA, de no postular a Argentina para integrar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Hoy lo comentamos por las ondas sonoras de COMUNAS AM. Desde que asumió el poder, Javier Milei ha trazado una línea dura y feroz de desmarcarse de la tradición argentina en defensa de los derechos humanos y alinearse con una agenda internacional que relativiza el sufrimiento ajeno. Su decisión de no postular a Argentina para integrar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU no es un gesto aislado, sino parte de una estrategia más amplia que ultraja y atropella décadas de lucha por la memoria, la verdad y la justicia.
En su gira por Israel, Milei no solo ignoró el repudio internacional por las violaciones de derechos humanos en Gaza, sino que avaló abiertamente al gobierno de Netanyahu, firmando acuerdos de cooperación política y militar en medio de una ofensiva que ha sido calificada por múltiples organismos como genocida. Mientras el mundo exige explicaciones por el bombardeo de civiles – ya suman más de 60 mil en la Franja de Gaza -, y el bloqueo a la ayuda humanitaria para los sobrevivientes, ,el presidente argentino elige aplaudir desde la Knesset y anunciar el traslado de la embajada a Jerusalén, territorio palestino ocupado.
Desde su llegada a la poltrona de La Rosada, el “león libertario” ferreamente apoyado por su vicepresidenta, ha desplegado una ofensiva sistemática contra las instituciones que sostienen la memoria histórica y la defensa de los derechos humanos. Ha cuestionado públicamente el número de 30.000 desaparecidos, calificándolo como “una mentira del curro de los derechos humanos”, y ha equiparado los crímenes del terrorismo de Estado con los de la guerrilla, relativizando el carácter sistemático del genocidio.
Su gobierno degradó la Secretaría de Derechos Humanos a una subsecretaría, desmanteló el Archivo Nacional de la Memoria, cerró el Centro Cultural Haroldo Conti y recortó el presupuesto del Museo Sitio de Memoria ESMA. Las Abuelas de Plaza de Mayo denunciaron que estas medidas representan “el vaciamiento de las políticas de memoria”, mientras el Ejecutivo justifica los recortes bajo el lema de “menos burocracia, más servicios”, ignorando el valor simbólico y reparador de estos espacios.
Este respaldo explícito a un Estado acusado de crímenes de guerra, contrasta brutalmente con la historia argentina. Un país que sufrió una dictadura cívico-militar con más de 30.000 desaparecidos, que convirtió a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en referentes mundiales de resistencia pacífica y reconstrucción democrática. Hoy, esas mismas organizaciones son blanco de hostigamiento, desfinanciación y desprecio por parte del gobierno nacional.
La política exterior del presidente no es solo una cuestión de alineamientos estratégicos. Es una declaración de principios: los derechos humanos para èl, son negociables, la memoria es prescindible, y el dolor ajeno puede ser relativizado si conviene al relato. En ese marco, el retiro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU se convierte en un símbolo de abandono, una forma de decirle al mundo que Argentina ya no quiere ser faro, sino sombra.
La pregunta que queda flotando es incómoda: ¿cómo puede mirar hacia otro lado, un país que construyó su democracia sobre los escombros del terrorismo de Estado cuando se bombardea a civiles, se encarcela a niños y se impide el acceso a ayuda humanitaria? ¿Qué queda de la ética nacional cuando el presidente elige aplaudir al verdugo y silenciar a las víctimas?
La memoria no es un obstáculo. Es un compromiso. Y los derechos humanos no son una bandera partidaria, sino una deuda permanente con quienes ya no pueden alzar la voz. Milei podrá reescribir el relato oficial, pero no podrá borrar las huellas de una historia que sigue latiendo en cada pañuelo blanco, en cada archivo desclasificado, en cada madre que aún espera.