Sociedad

GUANTANAMERA:  La guajira que antes robaba corazones, ahora denuncia que lo robado es dinero público.

 

Por  Margarita Pécora  B.    –

 

Si Joseíto Fernández viviera, quizás estaría en la Plaza de los Dos Congresos, cantando su “Guajira Guantanamera” con una letra nueva, nacida del enojo popular. Porque hoy, esa melodía cubana que recorrió el mundo se ha convertido en el himno de una denuncia: “Alta coimera, Karina es alta coimera”.

Para cualquier cubano de los años 60, Joseíto era una figura entrañable. Flaco, de bigote fino, lucía siempre una impecable guayabera blanca y pantalón de dril con los bajos doblados hacia afuera, dejando ver sus lustrosos zapatos de dos tonos, recuerdo de sus días como limpiabotas. Su sombrero inseparable coronaba la imagen del campesino cubano que saltó del campo al escenario con una voz melodiosa y una canción que se volvió símbolo: “Guajira Guantanamera”.

La canción, compuesta por Fernández y luego enriquecida con versos de José Martí por Julián Orbón, se convirtió en un himno de identidad cubana. Desde su primera aparición en la radio en 1929, “Guantanamera” ha sido versionada por artistas de todo el mundo, desde Pete Seeger hasta The Sandpipers. En Cuba, era infaltable en programas como “San Nicolás del Peladero” y “Palmas y Cañas”, y en cada domingo frente al televisor.

Pero hoy, en Argentina, la guajira no habla de amor. Habla de bronca. De coimas. De escándalos. De una Agencia Nacional de Discapacidad que, según audios filtrados, habría sido saqueada mediante retornos que involucran a Karina Milei, hermana del presidente y secretaria general de la Presidencia.

La canción resurgió en el streaming Gelatina, en la sección “La Fábrica de Jingles”, y rápidamente se viralizó. El estribillo pegajoso —“Alta coimera, la mina es alta coimera”— se canta en boliches, en canchas, en reuniones familiares y hasta en parlantes improvisados en las calles de Ezeiza. Un bar en Brasil replicó la letra con un grito final: “Fora Milei”.

La paradoja no pasa desapercibida. Que sea justamente una canción cubana —en un país gobernado por un presidente que desprecia abiertamente al régimen socialista de la isla— la que se convierta en vehículo de protesta, es un golpe simbólico. La guajira que antes robaba corazones, ahora denuncia que lo robado es dinero público.

No hay argentino que haya visitado Cuba y no haya bailado al ritmo de “Guantanamera”, ya sea en el aeropuerto José Martí, en una casa cubana o en una playa entre rones y salitre. Hoy, esa misma canción se adapta a la calle argentina, donde compositores populares —los de las marchas, los de los coros espontáneos en plazas y teatros— la transforman en consigna.

Porque “Guantanamera” no es solo una canción. Es una forma de decir. En Cuba, se canta cuando alguien merece una reprimenda. “Te van a cantar la Guantanamera”, dicen, cuando se avecina una descarga verbal dura. Y eso es lo que hoy canta el pueblo argentino: una reprimenda sonora, rítmica y colectiva.

La guajira guantanamera, que nació como expresión del alma campesina cubana, hoy se convierte en el eco de una bronca nacional. Y si Joseíto estuviera, quizás no cantaría por amor, sino por justicia.

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