
En este siglo el sistema nos acostumbró a diferentes modas que sologarantizan la decadencia social. En nuestra adolescencia solíamos decir que la celula de la sociedad era la familia. La chica tenía como objetivo en un futuro cercano, estudiar, casarse, vestirse de blanco, tener hijos y tener un empleo o no. Por su parte, el hombre analizaba su futuro después de la mayoría de edad. Trabajo, familia, vivienda y vacaciones eran los objetivos a lograr. Todo esto ya es historia.
La tasa de natalidad bajó un cuarenta por ciento. El egocentrismo reemplazó a lo colectivo. El pibe invita en su primera cita, pero el café lo paga cada uno. El noviazgo dura horas y la cama surge en minutos. La droga es rutina y la estupidez ilustrada. Votan según la campera del candidato y el modo genero da trabajo a los abogados a una mínima mirada en la calle. El piropo ha desaparecido y el alcohol es un compañero de ruta. Hablar de trabajo es más raro que un perro verde. El género se impuso menos en los reguetones. Todo es mediocridad y mentira, nada es verdad. De familia e hijos ni hablemos. Hoy es una compañía, mañana otro,
pasado otro y el perro suplió la descendencia. Lo inmoral es norma, el desconocimiento rutina. Pero nada es casual, todo es casual. Y el concepto patrio es tan desconocido como la resolución del binomio de Newton.
En otros tiempos, la reunión familiar del domingo era un clásico. Picada, asado, merengue y charlas de futbol y política divertían el evento de parientes y amigos. Nadie hacía cuentas ni sacaba la visa para ir a la carnicería. Tiempos donde la entraña se obsequiaba, hoy cotiza blue. Nadie se preocupaba por la lucha de clases. El jefe de familia tenía un empleo que le permitía mantener a su esposa y dos hijos al menos. La rutina era una felicidad de película de los sesenta.
En los setenta el sistema comenzó a presionar. La economía libre de mercado se debía instalar. Onganía fracasó, el peronismo no lo tenía en agenda y por y para eso llegó el proceso alias dictadura cívico, clérigo, militar. Muerte, pobreza y entrega es el resumen de los años de plomo, esos tiempos que jamás olvidamos retornaron en versión anarco locura.
La oligarquía consiguió someter al trabajador. Videla, Alfonsín y Menem fue la triada fatídica. Diferentes discursos un solo objetivo, colonización de la patria mediante una palabra que nunca será olvidada, el ajuste.
Ya no había un jefe de familia, sino una pareja asociada. Dos o tres empleos para financiar una pareja ya que el matrimonio pasó a retiro y quizás un hijo. Más trabajo para el habitante, pero menos salario y mas ajuste. Más crisis, más entrega, más resignación menos alegría, menos contenido, menos sapiencia.
El siglo 21 se inauguró y la revolución era un casamiento y una familia. El conservador optó por su ombligo. Vivir de a uno o quizás de a dos pero sin proyecto colectivo y un perro que se le denomino hijo. La cultura partió al exilio y la idiotez se puso de moda. La justicia se llenó de leyes, pero jamás una medida justa. La oligarquía decidió darle unas vacaciones a la población con los gobiernos peronistas, pero todo terminó con la llegada de Macri. Otra M en el poder, la M de Mitre, de Menem, de Milei y de malditos gobiernos que saquearon, empobrecieron y entregaron la patria al mejor postor.
Hoy buscamos retornar a los días felices y no sabemos cual es el camino. La receta no es difícil. Se toma al peronismo, se lo cocina durante un tiempo, se lo sazona con justicia social, soberanía política e independencia económica y alegría a gusto. La receta ya la sabe, lo único que falta es el cocinero. ¿No le parece?