Los buenos, los malos, los feos
Siempre en la mesa familiar se hablan de los temas cotidianos. No falta la tía o el padrino que acote, “por favor de política , religión y futbol no hablemos”. Con lo cual la charla es insípida, incolora e inodora.
Pero porqué se comenzó a decir esta frase. Fácil la respuesta, fue cuando lo popular invadió las mentes apasionadas. Primero el futbol con sus clásicos y luego la política cuando el color nacional se coló en las mesas argentinas.
Porque en tiempos conservadores quien discutía, nadie. Estaba todo bien, o mejor dicho estaba todo mal. Con un Argentina que tiraba manteca al techo, Buenos Aires era mascarón de proa mientras el interior languidecía. Las clases altas disfrutaban de vacaciones de tres meses mientras el trabajador no tenía franco. Los cinco grandes del futbol habían arreglado que los campeonatos se lo dividían entre ellos mientras que los chicos formaban parte de la escenografía.
Esa era una Argentina linda, quizás la que algunos extrañan y que con partidos amarillos quieren retornar. Era un país bueno. Pero si existe un bueno tiene que haber un malo, si hay un lindo escondido está el feo.
El malo y el feo se asociaron e irrumpieron a mediados de la década del 40. Flaco favor le hizo a los poseedores de grandes escaleras y teléfonos blancos. Le dio espacio al que no le tenía. Le dio cabida, derechos mediante, a aquel que no conocía el descanso. Vacaciones, educación, salud y un bienestar que duró 10 años recibieron las clases desposeídas.
La Argentina , gracias al equilibrio de clases tomó el status de un país casi desarrollado, casi por que aquellos que siguieron en el camino emplearon el odio para la destrucción de lo alcanzado.
Por allí uno percibe que Elisa Carrio, Patricia Bulrich y Laura Alonso necesitan revivir los “sanos” momentos de la revolución fusiladora. Se acuerda de Rojas, Aramburu y Leonardi? que delantera¡ Uno se abrazó con Menem, otro tiene su calle en el partido de San Isidro y el tercero pasó a la historia no por ser responsable de 400 muertos sino por su frase “ni vencedores ni vencidos”.
Los “malos” por suerte para el sistema se fueron. Casi vuelven en el 83, en el 89 pero por fin retornaron en el 2003. Desde ese año hasta ahora, las fechas patrias tienen olor a chori y torta frita, cáscaras de mandarina en el piso, banderitas celestes y blancas mezcladas con churros y chocolate y quizás un mate amargo. Y si, esos son los malos y profundamente feos. Porque además sus conductores le proponen acompañar el chori, con cultura, ciencia, educación, solidaridad, consumo, inclusión y participación.
Y si, son feos. Que la masa sepa quienes fueron sus héroes pasa, pero que tiren un papel en la calle eso no. Que la mayoría tenga algunos derechos laborales se banca, pero que se pongan hospitales, planes inmobiliarios, facultades para que estudien y nos quieran igualar, eso si que no. No somos todos iguales dice el sistema, estamos los privilegiados y atrás, muy atrás el pueblo. Por ahí pasa el pensamiento de Mike Vainilla, Enrique Sanz y los desconocidos de siempre.
Entonces, claro en la mesa familiar no se puede hablar de política, menos de futbol. Tenemos que vestirnos bien, sonreírnos de nada, hablar sobre la cacería de la hormiga colorada y consolar algún hincha de La Dolfina, equipo de polo. Eso es lindo, es bueno.
Igual de lo malo y lo feo para que vamos hablar. Sigamos consumiendo, abarrotando los hoteles en el finde largo, poblando la plaza los días patrios y el resto mirando el futbol para todos después de enterarnos , cadena mediante, que existe un país que se desarrolla. País raro la Argentina y si muy raro. Lo lindo y lo bueno es perjudicial a la salud porque origina un cáncer mortal, el de la ignorancia. Es muy raro este país, tan raro que lo mejor que nos pudo `pasar es tener cosas malas y feas.




