PUTIN: CON LOS NIÑOS NO

Por Carlos Galli.
El miércoles 7 de marzo, las fuerzas invasoras rusas bombardearon un hospital materno infantil, ubicado en la Ciudad de Mariupol.
¿Alguien en su sano juicio puede asesinar bebés y niños? El corazón y la razón dicen que NO. Solo un criminal de guerra puede dar semejante orden. Un desequilibrado mental, un genocida. Vladimir Putin, el amigo de la Coalición Gobernante, cruzó una delgada línea. La barbarie y la enajenación pueden disfrutar la muerte de inocentes que desde sus lechos vieron llegar la macabra muerte.
Se pudo observar cómo soldados ucranianos sacaban debajo de los escombros, heridos y muertos a niños y adolescentes que no son responsables de nada y que tenían y tienen el sagrado derecho de VIVIR. Pero un esquizofrénico los privó de ese maravilloso derecho.
Putin, esos niños y niñas no son nazis, son almas santas a los cuales eligió para satisfacer sus sedientos deseos de sangre.
Da pena que, en nuestro país existan dirigentes políticos, lamebotas y mamaderas apoyen a este carnicero, que esgrime que está guerra es para combatir al nazismo. Una verdadera hipocresía. Porque el presidente de Federación Rusa es el fiel reflejo de lo que dice combatir.
Las tropas asesinas están a solo unos kilómetros de Kiev, la ciudad capital de Ucrania. El genocida, si no paran esta guerra, abrirá sucursales de la muerte.
Mientras mueren inocentes, mientras millones de personas tratan de escapar del conflicto bélico, el criminal de guerra sigue en su confortable despacho, con aire acondicionado, con el mejor champagne y el mejor vodka, esperando las novedades de su socia, la muerte.
Estoy convencido que cuando este siniestro y oscuro personaje nació del vientre materno, hasta el diablo tuvo miedo de lo que se engendró.
Vladimir Putin, su alma arderá en las llamas del infierno, y arderá por toda la eternidad, entonces en ese preciso momento será el lamento y el crujir de dientes. Pero será demasiado tarde.




