TODOS IGUALES

Por Dany Wilde.
¿No le pasa a usted cuando viaja en un auto de alquiler que el chofer le habla de bueyes perdidos y termina en la política y su frase final es “Son todos iguales”? Le pasa, y a mí también. Siempre uno tiene la esperanza de poder cambiar esa colonizada cabeza, pero es inútil.
El chofer que dice ser psicólogo callejero jamás atenderá, solo escuchará para saber que su intervención en monótona charla continúa.
Igualmente, uno intenta y hasta trae a la conversación a aquellos que saben en serio. El problema americano no empezó hoy y coincido con Eduardo Galeano cuando escribió: “Vinieron, ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra, y nos dijeron cierren los ojos y recen, y cuando abrimos los ojos, ellos tenían las tierras y nosotros la Biblia”.
Geopolítica pura. Hoy uno explica que el genocidio español, las invasiones inglesas, la doctrina Monroe, los conservadores y el antiperonismo y el taxista después de insultar a un colectivero le retruca con: “Lo que usted diga maestro, pero son todos chorros, todos iguales”.
Vivimos en una sociedad que no se afana en la lectura, pero afana, que no trabaja una idea y tampoco trabaja, que organiza la revolución y los únicos cañoncitos que maneja son los de la panadería. Es la sociedad que tenemos, charlatana y escasamente solidaria o como diría Eduardo Galeano: “Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto, vivimos en la cultura del envase que desprecia el contenido”.
Cuanta razón tenía el uruguayo. En este espacio podemos hacerle un reportaje a Dios que seguramente la tapa de Clarín será el nuevo peinado de Vidal u otro robo K. Tampoco la gente exige cultura, arte o educación salvo que se le coloque un encuestador delante. Si este razonamiento está equivocado no existirían los ‘Baby’, los ‘Tinelli’, los ‘Feinmann’ y demás sicarios de la cultura.
Así somos. Algún grafiti viejo decía que el argentino era un italiano que habla en español y pretende ser un inglés. Es probable porque comemos y declamamos como italianos, siempre en español y nos encanta adular al extranjero y si es anglosajón mejor.
Por eso y para finalizar recurriremos nuevamente al maestro uruguayo cuando escribió: “Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. ¿No le parece?




