Nuevos rastros de una herida difícil de sanar

Por Margarita Pécora B.
Quizás escuchar hablar de “Memoria, Verdad y Justicia” surgidas a tenor del nefasto Plan Cóndor, suene para algunos a consigna gastada o de tiempos pretéritos; pero esos tres postulados mantienen una enorme vigencia. Todos los días se trabaja de manera incansable por atar cabos, investigar, revelar y pedir justicia por las víctimas de la nefasta dictadura cívico militar que en 1976 utilizando métodos represivos, secuestró e hizo hacer desaparecer a varios argentinos que laboraban en la embajada de Cuba en Buenos Aires. Hoy salen a la luz nuevas huellas de aquel episodio que hace difícil sanar las heridas mediante el perdón y el olvido.
Recientemente dimos a conocer la conmovedora noticia que hizo trascender desde la sede de la embajada de Cuba, Horacio Pietragalla, Secretario de Derechos Humanos de la nación cuando informó que habían sido identificadas 10 víctimas más del terrorismo de estado contra Cuba, y que se trataba tanto de trabajadores, como de colaborares argentinos que fueron secuestrados y desaparecidos durante la última dictadura militar.
Con la colaboración de los investigadores del Memorial de la Denuncia de Cuba y del Archivo de la Memoria de Argentina, se pudo establecer que entre 1976 y 1978 fueron secuestrados y desaparecidos específicamente nueve trabajadores argentinos de la Embajada; hombres y mujeres que compartían tareas diplomáticas de la Misión cubana y resultaron víctimas del terror que impuso su propio Estado, con anuencia, complicidad y apoyo de Estados Unidos.
La secuencia de hechos más violentos comenzó el 13 de agosto de 1975, cuando un comando de la organización Acción Cubana –grupo terrorista integrante activo de la (CORU)-, atentó contra la vida del Embajador Emilio Aragonés Navarro, abriendo fuego contra su automóvil en el momento que ingresaba al portón de estacionamiento de la sede, provocando heridas al personal de seguridad del diplomático. Un autodenominado Consejo Revolucionario Anticomunista Latinoamericano se atribuyó la autoría del hecho.
El 9 de agosto de 1976 los diplomáticos cubanos Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández fueron secuestrados en la esquina de Arribeños y La Pampa, frente a las barrancas de Belgrano, en las inmediaciones de la sede diplomática. Ambos tenían solo 23 y 26 años.
Fueron trasladados al centro clandestino de detención “Automotores Orletti”, torturados y asesinados, en el marco del Plan Cóndor. Sus cadáveres ocultos en tambos rellenos de cemento no aparecieron hasta 2012 y 2013, respectivamente, durante trabajos en áreas cercanas al canal de San Fernando.
- El 3 de agosto de 1976 secuestraron a María Rosa Clementi de Cancere, auxiliar de la escuela “José de San Martín”, quien se hallaba embarazada.
- El 10 de agosto de 1976 asaltaron tres viviendas de la familia de Hugo Unía, chofer del embajador Aragonés.
- El 1 de junio de 1978, asaltan a Raúl “El Gordo” Adolfo Repetto, empleado de la embajada.
- En fechas posteriores no precisadas fueron secuestrados y desaparecidos Nélida Leonor Garde de Repetto, esposa de “El Gordo”.
- María del Carmen Repetto, hija (16 años)
- Hebe Nelly Repetto, hija (18 años)
- Ramón “Moncho” Lucio Pérez, empleado de la oficina comercial.
- Patricia Dixon Della Torre, empleada de la oficina comercial.
- Jorge “Koki” Teodoro Mosqueda, trabajador de la escuela José de San Martín.
- Hugo Unía, chofer del embajador, quien estuvo un año escondido en la residencia del Embajador.
Además, secuestraron y torturaron a:
- Carlos “El Turco” Abraham, segundo chofer del embajador Aragonés, quien luego se exilió.
- Claudia Dafne Gorban, empleada de la oficina comercial, quien también tuvo que salir del país, y
- María del Carmen “La Negra” Izaguirre, maestra de la escuela “José de San Martín” anexa a la Embajada, quien fue forzada a seguir el mismo destino.
Una prueba palmaria de cómo las fuerzas del odio y del terror se lanzaron en Argentina contra Cuba, para descarrilar las ansias populares de construir el mundo mejor, de paz y justicia.
Como testimonio del recuerdo imperecedero a esos argentinos y argentinas secuestrados y desaparecidos, fue develada una placa, en la fachada de la sede diplomática, en Buenos Aires que simboliza el amor, la solidaridad, de gratitud, a las víctimas de un odio que sigue envenenando el alma de los herederos del Plan Cóndor, hoy promotores del terrorismo de nuevo tipo que, con acciones ya nada sutiles por cierto, persiste en hacer prevalecer las políticas y los ideales de la ultraderecha más reaccionaria que jamás hayan padecido nuestros pueblos.




