Vuelven las postales de la Ciudad real

Por Margarita Pécora B.
Con temperaturas aún bajas y algunos nublados negando que es el turno, por ley, de la Primavera apenas visible en las primeras floraciones, la Ciudad de Buenos Aires empieza a devolvernos desde lo social, algunas imágenes que estuvieron congeladas desde que estalló el Covid- 19 y cuasi paralizó la vida de la urbe cosmopolita. Mientras esto ocurre, el gobierno del Frente de Todos dibuja otra imagen en el reverso de esa postal con la acuarela de la política, buscando recalcular el 14 N para revertir el fracaso en las urnas.
Ya los zócalos de los noticieros de TV no asustan con cifras centenarias de muertos. Ello ocurre desde que la vacunación ha calado, por suerte, en la conciencia de buena parte de los argentinos/as como el antídoto inexcusable para combatir el flagelo del Covid. Mal que le pese a los ‘anti vacunas’, la sociedad porteña ha ido retomando la confianza y el sendero hacia la normalidad de la vida cotidiana aunque predomina la precaución, el sentido común de la inmensa mayoría que no se despoja del barbijo, porque sabe que el virus enemigo, permanece acechante.
En este gran mural de escenas cotidianas, los primeros en figurar han sido los vendedores ambulantes reinstalándose en sus peleados puestos sobre las veredas. Hoy, desde cualquier calle de la zona de Once (Rivadavia, Pueyrredón, Pasteur, Corrientes), donde se asientan las colectividades de comerciantes de origen judío, coreano, chino y ahora también indio, cuesta avanzar entre filas interminables de compradores sobre los angostos espacios que dejan los manteros quienes pregonan la venta de indumentaria de todas las marcas inimaginables, usando dialectos hábilmente mezclados con el castellano. Una manta de plástico con cordeles atados en cada una de sus puntas, a la voz de ¡policía! envuelve y convierte la mercadería como por arte de magia, en un jolongo que desaparece a la espalda del vendedor quien logra escabullirse entre la multitud.
La estación de Trenes del Once ha vuelto a ser un río humano impetuoso, que viene y va vertiginoso, haciendo malabares entre canastos de chipá o de típicos panchos.
Esta, sumada al inmenso tráfico de colectivos que ya retomó las vías, es una de las imágenes que ha regresado a las zonas comerciales de la Capital como expresión del retorno a la adrenalítica vida de estos epicentros, donde tiene lugar la competencia ‘desleal’ para comerciantes que pagan y nada barato sus locales, y los que defienden -a como dé lugar-, un derecho a trabajar buscando sobrevivir como inmigrantes y ahora además, resilientes de una pandemia.
Muchos locales mayoristas siguen aferrados a mantener de manera inflexible, altos límites de compra (los hay de 3 mil pesos en adelante), otros, en cambio, tratan de ajornarse al bajo poder adquisitivo del comprador medio y amplían sus iniciativas para no perder clientes. La red minorista hace también sus reajustes, pero ni una aguja se consigue a menos de cien pesos…
Otros segmentos de esta postal humana, se aprecian sobre las formaciones de las líneas del subterráneo, donde reaparecieron los vendedores de mercadería y también de cultura. A la diversidad de productos que se ofertan y dejan sobre las piernas del viajero para forzar su atención sobre el producto (lapiceras, barbijos multicolores, encendedores, lupas, etc) se suman los raperos con sus rimas y jergas con estilos hip hop, improvisando composiciones inspiradas en cualquier detalle de los pasajeros para seducirlos a poner algo $ en la gorra…
Mientras esto ocurre, el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sueña demasiado alto, reunido con el Council of the Américas en Nueva York para atraer inversiones para la Ciudad, siguiendo una estrategia de proyección internacional ‘para reactivar la economía del visitante y así recuperar 3 millones de turistas internacionales, 100.000 estudiantes internacionales y 20.000 nómades digitales hacia 2023!
Para atraer turismo a la Capital, antes sería prudente comenzar por mejorar la imagen de las zonas comerciales, y ponerle orden al desorden que está cobrando vuelo, porque en el fondo hay un motivo común: la pobreza cuyos indicadores reales aún se desconocen y sigue golpeando el bolsillo.
No se trata de maquillar la Ciudad para un turismo de ocasión, sino de resolver problemas estructurales con mejores políticas de ordenamiento de la actividad comercial, y de resolución a las inequidades económicas que padecen las familias, generando empleo genuino para que el consumidor pueda mover la rueda del consumo y se produzca ese círculo virtuoso donde todos se sientan incluidos, y satisfechos.




