Kramer vs. Kramer

Por Wally Crock.
Con más sombras que luces han pasado los resultados electorales, y con ellos muchos análisis. Algunos prematuros, otros bastante predecibles.
En la Argentina se debe comenzar a dar un planteo madre. ¿Qué hacemos con la economía?
La agencia de noticias española EFE, tituló una nota este año diciendo “Argentina logra en enero un superávit fiscal primario de 255 millones de dólares”.
El déficit primario incluye los pagos e ingresos que el gobierno controla (no incluye deuda).
En medio de una pandemia que el Estado recaude más de lo que gasta es extraño. Más cuando se hace peronismo, se podría entender que un Gobierno de corte liberal este pendiente de las demandas extranjeras recortando gastos públicos, no así uno nacional y popular.
Dato sin adjetivar.
Posterior a los estallidos del 2001 surgió la idea de canalizar en movimientos sociales una respuesta política que sostenga los hilos del país.
Néstor logró con gran audacia incluir a estos sectores dentro de un Frente con una conducción clara peronista. Puso un peldaño antes del “que se vayan todos” que incluía quejarte con los representantes de tu espacio, quienes serían por ejemplo, los diputados del Movimiento Evita.
La pérdida del ejercicio del Gobierno trajo aparejado varios inconvenientes, si por caso cito el ejemplo anterior, Movimiento Evita no tardó en oponerse a toda construcción que intentara el peronismo.
El gobierno de Cambiemos: con Macri en Nación, Vidal en Provincia, y Larreta en Ciudad llevaron a cabo entre ellos, una misma política en sus distritos. El hecho de sostener y engrosar a estos movimientos, porque ante un mayor número de desempleo muchos encontraron un paraguas en los sectores sociales. Llovió sopa y muchos la esperaron con la cuchara en la mano.
Con el abroquelamiento de varios sectores se logró volver a gobernar en el 2019, con la esperanza de generar nuevos puestos de trabajo. Es decir, volver al trabajo formal lo que signifique reducir las filas de los movimientos sociales… allí está el gran dilema.
Lo que en un principio significó poner un piso para evitar la desestabilización, quizá sea un techo al crecimiento.
Hay dos tipos de planes. Los universales más afines a que cualquiera aplique a tenerlo (como la AUH), y los más similares a programas que cuentan con intermediarios.
Una parte del Gobierno piensa que lo mejor es universalizar todo tipo de programa, lo que se contrapone con otro sector que dice que ello conlleva una mayor cantidad de dinero.
Hasta el momento ganó la negativa a la universalización, de hecho, el Gobierno decidió cortar el IFE.
Ganó esa negativa, pero perdió en las urnas.
No se puede estar bien con Dios y con el diablo, es probable que si se crea trabajo comience el malestar en algunos sectores que en teoría son “propios”. Que sus representantes vayan a despotricar contra el Gobierno en los medios hegemónicos para regocijo del gorila que crea “se pelean entre ellos”, no debería significar nada negativo si se Gobierna para que el ciudadano tenga una obra social y aportes previsionales. Es fundamental no gobernar para ver qué se dice en los medios.
Como en veda cuando se habla de política sin mencionar los candidatos, aquí desarrollé una ecuación que se entiende sin decir nombres propios. La tensión que hay radica en la matriz económica, para luego volcarse en el resto de los sectores.
No hay una parte del Gobierno triunfadora, sino una que fracasó antes de estos comicios. La esperanza es ganar en noviembre con los cambios pertinentes tales como comer asado en familia el día de la elección. Si volvimos mejores ahora es cuando hay que demostrarlo.




