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Opinión

El gendarme mundial en vergonzosa retirada.

Por  Margarita Pécora  B.   –

Las  sensacionalistas imágenes  de afganos  intentando treparse  a un avión,   y del aparato en vuelo   dejando caer cuerpos,     trasmite   los momentos  de desesperación, terror y desconcierto    que se vive en ese país  por el avance Talibán que ya   retomó el poder  en Kabul,  la  Capital,  tras la salida de   las fuerzas militares norteamericanas.

Al menos  ese es el   clima social que describen los medios internacionales de prensa, pero aún por  dramáticas que parezcan estas imágenes,   no  sintetizan  la realidad profunda y desgarradora  de un país  que por sus creencias religiosas, fundamentalistas  y  traducidas en actos abusivos hacia  las mujeres, tuvo que soportar, la presencia  de militares y civiles  extranjeros  por  casi    20 años  que intentaron  ‘castigar’   a los culpables del atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001; y   una vez “cumplido”  en mayo del 2011 el ajusticiamiento  a  Osama Bin Laden,  en lugar de marcharse, se quedaron allí para  prevenir nuevos focos  terroristas y  democratizar a esa sociedad, por más que nieguen que ese ha sido  el objetivo político-estratégico.

Pero  lejos de todo eso EE.UU. en Afganistán, no ha conseguido más que  millonarias  pérdidas  económicas y sentidas bajas humanas. Las mayores registradas  fueron  durante el gobierno de Barack Obama  cuando más dinero se utilizó en Afganistán.

Según  estimaciones oficiales,  el costo total  de la ocupación  estadounidense   es más de un billón de dólares, y se afirma que  se perdieron casi 20 mil millones   por abusos, despilfarro y corrupción. Lo más lamentable  en todo caso son las pérdidas humanas, que   entre heridos  y muertos  suman  250 mil. El presidente Ghani-quien abandonó  hace unas horas el país,  había dicho en 2019 que  más de 45 mil miembros de las fuerzas de seguridad afganas  habían sido asesinados, de  modo que  tanto de uno  como de otro lado el daño  humano ha sido profundo.

Por eso, si algo juicioso hizo el gobierno  de los Estados Unidos que  encabeza Joe Biden,  mostrando  de sentido común, fue retirar sus tropas de Afganistán,   una decisión que él mismo reconoce  debió haber ocurrido mucho antes;  pero  lo mejor  hubiera sido que el Ejército  de los Estados Unidos nunca hubiera entrado  a ese país  donde   sólo ha conseguido    revalidar  el  papel injerencista  y de gendarme mundial, porque han transcurrido dos  décadas y nadie puede  asegurar  que  consiguieron  doblegar   el poder  islámico, ni transformar las costumbres  diametralmente opuestas  a las de los  ciudadanos occidentales que viven  el “sueño americano”.  Así termina EE.UU. con una nueva derrota  que nos devuelve el recuerdo  de Vietnam.

Pero la arrogancia del  imperio  es tal,  que no aprende las lecciones  y revela hasta qué punto Norteamérica abandona  técnicamente, la doctrina del “Nuevo orden mundial”- y propugna, en cambio, la existencia de un gendarme benevolente, pero dominador que en los últimos años se dedicó a entrenar  al  ejército afgano, pero que, luego de  tantos años empantanado en ese país, es probable que no haya conseguido   modificar  las conductas de  los talibanes quienes responden con actos terroristas  al mínimo  gesto de agresión,    ni de actitudes  valoradas como  severamente machistas hacia las  mujeres.

“Respaldo por completo mi decisión. Después de 20 años, he aprendido de la manera más dura que nunca habría un buen momento para retirar las tropas estadounidenses”, ha dicho Biden-, pero   su mensaje  ante los Medios  no  parece  estar dirigido  al mundo  que ve como gesto de paz  esa retirada, aunque a destiempo-;    sus palabras  traducen un contraataque  a Donald Trump,  su  rival   irreconciliable que por estos  horas  le está pidiendo la renuncia. “Es hora de que deje el cargo. Es un vergonzoso fracaso”-  ha dicho el ex presidente  y magnate republicano  que  sigue  reavivando  los deseos de  venganza contra  el  demócrata  al que considera  ocupante ilegítimo del sillón de la Casa Blanca. Trump  califica el retiro de las tropas como algo ‘mítico y  de vergonzoso fracaso’.

Los norteamericanos  con la ayuda de la OTAN  han incursionado en varios países, pero     cada vez  se van quedando  con el papel  de gendarmes solitarios del mundo. No hay ningún derecho  para intervenir en otro país  con el  pretexto de devolverle la libertad a ningún pueblo, y mucho menos intentar cambiar las costumbres  como dicta en este caso  el libro sagrado del Islam,   por más  reprochables que resulten las  prácticas que vulneran los derechos  humanos de las mujeres impedidas de trabajar, estudiar,  cantar,  mostrar  los  tobillos,  y   por más que se les  obligue a llevar el rostro cubierto  por una burka.

En todo caso,  son los propios pueblos  los únicos  dueños de sus destinos y deben luchar por ellos. En América Latina  no  regía el Islam, pero  en los años  ‘70  existía  un predominio muy fuerte  del patriarcado;  se podían contar  con los dedos de la mano las mujeres con empleos fuera del hogar,  o con  estudios  universitarios, la sumisión era tal que  solían quedar fulminadas con la mirada del marido si  osaban levantar el rostro  en medio de una conversación, o  a dar  alguna opinión…

La globalización de la información y el  empoderamiento de las mujeres, sin necesidad de  la intervención de ejércitos armados extranjeros-, han  bastado para  convertirlas  gradualmente en protagonistas de sus  luchas por la reivindicación de  sus propios  derechos,  y las han llevado de la mano a  cambiar   los dogmas  y  el sometimiento,  por un presente digno de  igualdad de género.

Está bien que Biden haya reconocido:  “Lo que no podíamos darles a los afganos era la disposición de luchar por su futuro”, y  que haya asegurado que ‘nada indica que más años de presencia militar de Estados Unidos vayan a hacer una diferencia en aquel país’. Esto   no tiene  más lectura que  el reconocimiento de la derrota.

Por más  incertidumbre  o temor que ahora domine  a la sociedad afgana por  la vuelta del poder  talibán,  cabe la esperanza de que una buena parte de la sociedad afgana  reconoce que tiene derechos  y   las mujeres  en  particular sabrán encontrar el camino para  luchar por ellos.

Ojalá  esta lección le sirva al gendarme mundial,  solitario como está, para  entender que  no debe  emprender  ninguna nueva incursión militar a ningún país, mucho menos  bajo el pretexto de  librarlo del terrorismo o  devolver la libertad y la democracia  a nadie,  como quiere, por ejemplo, la  ultraderecha  cubanoamericana que  Biden haga con Cuba, so pretexto de  librar a ese pueblo del “comunismo”.  Ojito…Remember Girón, Remember Vietnam y Remember ahora, Afganistán….

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