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Opinión

LA MENTIRA DEL CONSENSO.

Terminada una guerra se firma el acuerdo de paz que para unos será victoria y para otros derrota, nunca el vencido lo suscribe a conformidad, lo hace porque está condicionado y no le queda otra alternativa. De la misma manera nadie gobierna para toda una población, porque no se pueden concordar todos los intereses ni las expectativas, por lo tanto los consensos, las alianzas y los acuerdos no edifican ni construyen, sólo dan una aparente unidad para ganar una elección pero lentifican todas las determinaciones.

Las democracias en sus distintas variantes generalmente tienen parlamentos con representantes de distintos partidos con pensamientos disímiles, por eso se debate y se discute, imponiéndose quien tenga más votos ¿Podemos pedir que todos se pongan de acuerdo? Naturalmente no, porque para eso se los elige, para defender una idea o un proyecto. En La Argentina a menudo se menciona la palabra «grieta» y tenemos un presidente que triunfó diciendo que venía a «eliminar la grieta» ¡Tremenda mentira! Una pared agrietada no puede repararse, hay que tirarla abajo y hacer una nueva, ¿acaso podría un judío perdonar a HITLER? ¿O un unitario en La Argentina del Siglo XIX convivir con un federal?

Si no existiera la grieta cualquier habitante de las provincias argentinas podría pensar que todos los porteños somos autoritarios y usurpadores de sus derechos, por no decir unos contrabandistas que se quedan con la renta y el trabajo nacional, incluso sería dable suponer que todos somos conservadores y neoliberales. Nada más equivocado: Si bien existe un importante porcentaje que vota derechas y modelos neoliberales, entronizando en el poder personajes dignos de estudio, sospechados a priori de corrupción y contubernio con todos los imperios, no todos los capitalinos piensan igual, existen grandes bolsones de resistencia nacional y popular, que aunque de momento no alcance para lograr el poder, no es de descartar que más temprano que tarde se deberá revertir, para usar una frase y una actitud chilena, que en el referéndum del 15 y 16 de Febrero de 2021 derrotó a la derecha pinochetista.

Pero no se alarme el lector que no propongo un gobierno de minorías, todo lo contrario, debemos hurgar en el inconsciente colectivo para que la subjetivación contemporánea, resultado de una larga agresión mediática que ataca los cerebros masificados, ubique al ciudadano en su lugar de clase, impidiendo que vote en contra de sí mismo. Hay que cambiar los discursos, las campañas, la comunicación y la forma de hacer política.

Ahora en pandemia debemos asistir directamente a los más necesitados, prorrogando todos sus vencimientos privados, bancarios e impositivos y dándole alimentos a los que no pueden procurárselo. Diferenciar lo uno de lo otro, hay que incrementar las pensiones mínimas para tratar de equiparar, lo mismo hacer con los salarios de menor escala, no es posible pensar en aumentos generalizados, donde el que gana mucho pasa a ganar muchísimo más y al que gana poco siempre le resulta escaso. No se puede gobernar en forma lineal, como se guía un misil hay que apuntar la ayuda a quienes realmente la necesitan, hay que dejar de hacer acuerdos políticos promedio, porque allí nunca el pobre y el desocupado tienen debidos representantes.

Para consensuar necesitamos la aprobación de todos y en la mesa chica de esos acuerdos no están todos: Faltan los humildes, los indigentes, los que no tienen trabajo, los desposeídos, los marginados. Un buen gobierno que se precie debe saber a quién asistir primero y qué intereses preservar para seguir adelante y en este caso empezar a construir.

Un abrazo: GARCILAZO

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